Las niñas del naranjel reinventa la historia de la Monja Alférez, explorando identidad, colonización y género con una narrativa lírica que desafía las normas y reescribe el pasado con valentía.
Editorial:
Editores: Gabriela Cabezón Cámara
Géneros: Biografías y autobiografías, Ficción, Historia
Etiquetas: Español, Público adulto
EN LA LISTA DE LOS MEJORES LIBROS DEL AÑO SEGÚN BABELIA
Abordajelírico eirreverente delpersonajehistórico de la MonjaAlférez, quenacióen Españacomoniñaen 1592 y sesumótravestidacomovarón a la Conquista de América.
«Tan aguda, tan urgente, tan valiente. Gabriela Cabezón Cámara es una de las voces más auténticas escribiendo en español en este momento, y de todos sus talentos hay uno cada día más difícil: no solo hurga y desafía, no solo se anima a la oscuridad, sino que entrega a cambio la subversiva valentía de pensarnos más humanos, más vivos y luminosos que nunca». Samanta Schweblin
LEER MÁSPara cumplirle a su Virgen del naranjel —lo ha salvado de la horca— Antonio huye con dos niñas famélicas. En la selva, tan viva como un animal hecho de muchos, comienza una carta a su tía, priora del convento del que escapó siendo novicia. Arriero, tendero, soldado, grumete y paje, ha empuñado la espada y hundido la daga. Ahora debe cuidar de una manada y de Michi y Mitãkuña, que lo interrumpen una y otra vez con sus preguntas difíciles. La autora encuentra en Catalina de Erauso, la legendaria Monja Alférez, quien narre la cruel destrucción de América y le permita avanzar contra los géneros. Donde la avaricia colonial destruye, esta novela monumental funda una nueva gramática amorosa en la que el cine de Miyazaki, los rezos en latín, las canciones en vasco y las palabras del guaraní rompen la métrica del Siglo de Oro.
COLAPSARThe New York Times escribió:La escritura queer en su momento más emocionante.
Patricia Kolesnico escribió:La poética cautivante de Cabezón Cámara nos demuestra cómo experimentar con la historia puede ser a la vez mágico y áspero.
Las niñas delnaranjel es, sin embargo, una novela de una enorme belleza, tanto que en algunos momentos pensé que habría que poner fragmentos en un marco y colgarlos en alguna sala de arte.